viernes, 1 de agosto de 2014

¿Acaso puedo verme en tus ojos?






El sol alcanzó la mañana sin nada que lo impida,

un amanecer sin años, sin peso específico,

como si hubiera perdido los daños,

en la profundidad de los sueños.

El rostro detenido en la inalterabilidad

del que se sale solo un instante

 para mostrar una sonrisa

y los surcos que se delinean

 en la frente y al borde del globo ocular.

¿Acaso puedo verme

en tus ojos sin sentirme miel

bajo la paz abrigadora del huerto en flor

sin encontrar en ellos el norte magnético,

sin que los vetustos mares tomen la siesta

sobre las hojas nuevas del maíz,

sin degustar la plenitud de la vida

y desvanecer cualquier pasado contuso.

Sin olvidar que el prójimo es otro

al que se ama como a uno mismo,

y  acompañas sin temblar,

que el  tu nunca es tuyo ni puede serlo,

sin que sea la constancia que estoy vivo,

o recibir un beso entero de tu alma

sin sentir que a mi autobiografía le faltas tú

y le sobran los últimos diez almanaques,

sin que cada aliento tuyo

ablande mi resistencia,

sin que las horas de mi corazón

sean de esperanza y desesperación,

y dejen de ser  vueltas al atajo

sin que quiera apoderarme de ti,

sin que sienta ansiedad

porque me echas de menos?

El rostro no es el de la pedrada

que procede a ocultar la mano.

¿Acaso puedo verme en tus ojos

sin sentirme bien.

Sin que tu nombre se convierta

en un traba garganta que impulsa

hacia adentro todo lo que debe salir,

sin que seas solidez palpable?

Sobre los llanos se encienden brazas

y en el desierto se moja la piel.

Sin que mi agonía busque en tu traje

la edición limitada de la carne,

y el meridiano enrojezca  mi poesía.

¿Me acompañarás hasta el borde del universo

saltando de estrella en estrella, el espiral

con nuestros pies de plomo,

y la condición de reos de muerte,

llevando de lo que queda del jardín,

tus rosas, para salpicarles en las pupilas

de la noche que espera,

donde nos esperan  noches

para amasar  lunas con romeros

e hinojos,  una pisca de pimienta y sal

bajo el bigote la barba, y un sonido

que pone en pie la mañana.

Quiero conocer en tu mirada

al hilandero de los sueños.


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