Vienes, sí, elevándote vienes
encima del vasto lienzo de marrones-rojos,
envuelta de plumas que inquieta el viento-luz
donde se sostiene. En medio de noches,
entre bugambilias, miradas dispersas
en el sonido que rueda de espaldas,
claro que vienes en la brisa inmóvil,
en el subsuelo del mármol veteado,
bajo el residuo terracota de una flama extinta,
por debajo del ultra sonido que congelado alumbra,
y algunas hormigas que cargan su morral vacío.
Aún más abajo, sigues avanzando
en el agrio destello desafinado,
por debajo de una multitud de pupilas ensimismadas,
frutales con úrea muy cerca a la raíz, limazas videntes
y algunos pescados quebrados al amanecer.
sí, vienes volando aquí dentro,
en color que desparrama música,
desde más lejos aún que el vino roto y el deceso alegre,
desde antes de la primera llamarada, y el sedentarismo,
de la descomposición y las rosas mas rojas,
antes del calzado llano de azul húmedo.
Es que no detienes tu venida
desde el mismo centro de los huesos,
y del profundo púrpura de la sangre,
hasta contabilizar las canastas repletas,
blancas espumas y el pan que te reconoce,
sobre inmensas ciudades huecas,
peinadas con una peineta de humo,
con manos de mujeres vigas y picaportes,
sobre el horizonte de textura amarilla agria,
un quiebre intempestivo a la derecha
cubierta de plumas esquivando vienes
higueras, cardenales y papayas,
aguaymantos y uno que otro zarpaso,
vienes impulsada por llantos de hielo seco,
tornado en arco iris el sabor del cosmos
vienes con el empuje del universo
y las alas completamente extendidas, te oigo
sin aleteo en el océano que anidas,
la noche de los interminables muertos
golpea, pero no importa porque vienes
con y en tu vuelo inexorablemente vienes.
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