martes, 1 de septiembre de 2015

Instantes



A diferencia de otros septiembres

y de mi mismo, siento felicidad

cuando tus ojos revolotean 

en mis labios escritos con la paciencia

que le tomó a la luz ser rosa.

En ellos, me miro, te miras

nos miramos en la obra del rocío. 

Parece que tenemos mejor salud

y el alma en la boca

cuando la tierra entera

se curva para que la veas,

y en un aderezo irresistible

haces que la estadía se colme

de intimidad, miel de girasol.

Ay amor, tus ojos de gata tricolor

vibran como una colmena,

o acaso soy yo quién vibra

ante la provocación del viento

cobre, aureo, frondoso alboroto

de los hilos danzantes del tiempo.

Tus ojos mujer 

nunca llegan a ser amor

aunque tu mirada me lo explica

en aromas y me digo;

es así como huele cuanto amo.

He descubierto el placer ilógico

de apreciar tu cuerpo

sin prisa de antojos

bajo la calma de luna llena,

sobre la terraza de orquídeas 

amazónicas, tus ojos retornan

de su pausa al alboroto

con el ritmo cuerdo de los destellos 

pacificadores del amanecer.

Tus ojos puros mi bella

son dueños de todo cuanto soy,

de todo cuanto tengo y dejo de tener,

y cortan segundo a segundo

los instantes que me hacen perecer. 





 

 

 

 











 



 



 






 







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