lunes, 30 de abril de 2018

Araucaria


Luego de zambullirme en el mar de las palabras
portentosamente intento pescar un poema que salga a flote conmigo
sin que lo palpen las sombras ni la corriente ni el alba
ni la ligereza blanca del hombre, 
un poema que tú puedas inferir sin palabras,
que te hable sin voz y me entiendas
sin gritos estrepitosos de otoño,
o sarmientos crepitantes,
un poema que te haga sentir
que la vida es un milagro
los labios rocío fragante, 
y nuestras bocas el delirio con el que la arena endulza.
Un poema que flote sobre las aguas, 
sobre tus caderas plantadas de sueños,
sobre tus manos donde yo sujeto lo que encuentro,
tiempo, vientre tierra, confianza,  
sobre tu sonrisa contagiante 
y se hunda en lo más hondo de ti
allí donde no es suficiente lo que sé ni lo que entiendo,
un poema sin palabras pero con lengua que desate
lo que quedará desatado por siempre.
Un poema que tú puedas coger con tus manos,
tus ojos, tu piel, tu corazón murmurante,
que pueda cantar el silencio de los nogales ausentes,
un poema que te haga apreciarte formada de viento,
de presagio, de la hierba tierna del campo,
que te haga saber que para ser tuviste que caminar por el cielo
con la versatilidad impar del aire,
uno que te hable de mí sin palabras,
como me habla el oleaje o tus ojos mezclados en la araucaria. 











 




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